Saturday, April 19, 2014

QUIEN MUCHO AMA, MUCHO SUFRE

El amor mal correspondido - tan común en el matrimonio- es una de las formas de santificación que nos posibilita participar en la Pasión de Cristo. El amante encuentra felicidad en entregarse, en hacer al otro feliz. Pero esta felicidad se ve destrozada si no es correspondida de semejante manera y entonces el sufrimiento aparece. 


En estos casos es cuando se hace tan esencial para el matrimonio una fuerte vida interior. Amar es hacerse capaz de grandes sufrimientos; las limitaciones humanas hacen ver claramente que el que mucho ama, sufrirá mucho. "No es el discípulo más que el Maestro". Cuando se sienta una dolorosa decepción respecto a otro, es bueno enfocar el reflector de la crítica sobre el propio yo y ver la actitud de nuestro corazón hacia el Señor. Algunas veces Dios permite que el amor o falta de amor de una parte por la otra haga brotar, si somos sinceros, una interrogación: " ¿Es así, tal vez, como trato yo a Dios?"


Para los que han descubierto que la única cosa que importa en esta vida - la única que puede darnos la verdadera felicidad- es amar y ser amado, la vida matrimonial puede ser una fuente de continuo e indecible sufrimiento, aún cuando por fuera parezca éxito. Lo que las mujeres pueden tener que sufrir de este modo es imposible de describir humanamente. Hay maridos que consideran a sus mujeres como meras sirvientas o secretarias; como una adquisición social; un simple medio de placer y propia satisfacción; en fin, como cualquier cosa excepto lo que realmente son: parte de su propia carne. Por eso el apóstol Pablo le pide a los esposos que amen a sus mujeres como a sus propios cuerpos.


Dime cuánto amas a Cristo, dime cuán maduro eres en tu relación con Dios, dime cuánto tiempo y con cuánta pasión te dedicas a elevarte espiritualmente en forma individual y con tu pareja y te diré cuánto podrá durar tu matrimonio.
Aunque el matrimonio implique una donación completa que simboliza el amor de Cristo y su Iglesia, los obstáculos de la naturaleza humana, para el cumplimiento de este ideal, pueden ser enormes. Pronto se hará evidente que ninguna de las dos partes es un ángel: los dos son humanos. Y el amor y los sacrificios exigidos a ambas partes son tan grandes y costosos que surgen preguntas tales como:  ¿Vale la pena esto por un ser humano? ¿Puede dar alguien tanto sin esperar nada a cambio?


La respuesta es que no es un simple ser humano el que da, ni un simple ser humano el que recibe. Cada uno ama y se sacrifica en participación con Cristo; cada uno es amado y servido en unión con Cristo. Más allá de su marido, y en el corazón de su marido, la mujer ve, ama y sirve a Cristo. La fuerza para continuar, para darlo todo por amor y considerarlo como nada, viene de Cristo. Se emplea con Cristo. Cristo es el amante y Cristo es el amado.


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