En estos casos es cuando se hace tan esencial para el matrimonio una fuerte vida interior. Amar es hacerse capaz de grandes sufrimientos; las limitaciones humanas hacen ver claramente que el que mucho ama, sufrirá mucho. "No es el discípulo más que el Maestro". Cuando se sienta una dolorosa decepción respecto a otro, es bueno enfocar el reflector de la crítica sobre el propio yo y ver la actitud de nuestro corazón hacia el Señor. Algunas veces Dios permite que el amor o falta de amor de una parte por la otra haga brotar, si somos sinceros, una interrogación: " ¿Es así, tal vez, como trato yo a Dios?"
Para los que han descubierto que la única cosa que importa en esta vida - la única que puede darnos la verdadera felicidad- es amar y ser amado, la vida matrimonial puede ser una fuente de continuo e indecible sufrimiento, aún cuando por fuera parezca éxito. Lo que las mujeres pueden tener que sufrir de este modo es imposible de describir humanamente. Hay maridos que consideran a sus mujeres como meras sirvientas o secretarias; como una adquisición social; un simple medio de placer y propia satisfacción; en fin, como cualquier cosa excepto lo que realmente son: parte de su propia carne. Por eso el apóstol Pablo le pide a los esposos que amen a sus mujeres como a sus propios cuerpos.
Dime cuánto amas a Cristo, dime cuán maduro eres en tu relación con Dios, dime cuánto tiempo y con cuánta pasión te dedicas a elevarte espiritualmente en forma individual y con tu pareja y te diré cuánto podrá durar tu matrimonio.
Aunque el matrimonio implique una donación completa que simboliza el amor de Cristo y su Iglesia, los obstáculos de la naturaleza humana, para el cumplimiento de este ideal, pueden ser enormes. Pronto se hará evidente que ninguna de las dos partes es un ángel: los dos son humanos. Y el amor y los sacrificios exigidos a ambas partes son tan grandes y costosos que surgen preguntas tales como: ¿Vale la pena esto por un ser humano? ¿Puede dar alguien tanto sin esperar nada a cambio?
La respuesta es que no es un simple ser humano el que da, ni un simple ser humano el que recibe. Cada uno ama y se sacrifica en participación con Cristo; cada uno es amado y servido en unión con Cristo. Más allá de su marido, y en el corazón de su marido, la mujer ve, ama y sirve a Cristo. La fuerza para continuar, para darlo todo por amor y considerarlo como nada, viene de Cristo. Se emplea con Cristo. Cristo es el amante y Cristo es el amado.
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