Wednesday, April 9, 2014

CONFESAR NUESTRAS FALTAS = PRIMER PASO DE LA RESTAURACION

Muchas parejas vienen a verme para preguntarme si será o no posible salvar su matrimonio después de una infidelidad. Mi respuesta es SI, sí será posible si ambos así lo desean con todo el corazón y si permiten que el Señor y Su Espíritu Santo actúen en ellos.
El primer paso para la restauración matrimonial es la confesión de los pecados. Bien nos dice el apóstol Juan: "...pero si confesamos nuestros pecados, podemos confiar en que Dios, que es justo, nos perdonará nuestros pecados y nos limpiará de toda maldad." (1 de Juan 1:9)


La confesión supone el reconocimiento del pecado, la contrición por haber pecado contra Dios y nuestro cónyuge (y tal vez otras personas involucradas y perjudicadas). Cuando un padre de familia peca cometiendo adulterio, las consecuencias de su trasgresión no afectan solamente a su esposa sino también a sus hijos, quienes sufrirán y, en la mayor parte de los casos, sentirán que deben "romper" la relación con quien le ha hecho tanto daño a su madre.


Pero lo que sí es cierto es que tanto la esposa como los hijos van a tener que perdonar al que, siendo líder de su hogar, le falla a todos, porque como bien dice el apóstol Pablo: «¡No hay ni uno solo que sea justo! No hay quien tenga entendimiento; no hay quien busque a Dios.Todos se han ido por mal camino; todos por igual se han pervertido. ¡No hay quien haga lo bueno! ¡No hay ni siquiera uno!  (Romanos 3:10-12)


El servicio de mitad de semana de mi iglesia Calvary Chapel Fort Lauderdale estuvo mas repleto que nunca. Miles de personas acudieron a expresar su solidaridad con el difícil momento que vive todo el cuerpo pastoral debido a la renuncia de Bob Coy, pastor principal y fundador de esta gran iglesia de 25,000 miembros. Muchos lloraban. Todos elevaban sus brazos al cielo mientras entonaban cantos de adoración. El Espíritu Santo se hizo presente de manera más que evidente. 


Creo que el sentimiento imperante era la compasión.Los cristianos no juzgamos al pecador arrepentido, a aquel que confiesa su pecado y sufre las consecuencias de su caída. Lo compadecemos y, con perdón en nuestros corazones, oramos por la pronta restauración de su familia y por el reavivamiento espiritual de la iglesia toda.


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