En oportunidades, los temas que desarrollo en los medios de comunicación de Miami me conducen a investigaciones reveladoras que me sirven incluso para mis propias experiencias amorosas.
Uno de estos temas es: "Cómo la depresión, el trastorno bipolar y otras enfermedades mentales afectan la relación de pareja".
Durante el tiempo del dating o cortejo es poco probable reconocer si la persona que tenemos delante padece de alguna enfermedad mental.
Solo a partir de la convivencia, del vivir bajo el mismo techo, podemos abrir los ojos ante síntomas que nos desconciertan, que no tienen explicación lógica. La depresión crónica o los estallidos de ira de nuestro ser amado nos duelen en el alma.
En los Estados Unidos, una de cada 10 personas sufre de depresión y está siendo medicada. Son muchas más las que padecen la enfermedad pero no cuentan
con tratamiento alguno. Y ni qué hablar del trastorno bipolar. Los enfermos no pueden diagnosticarse ni tampoco lo puede hacer un miembro de su familia.
Los síntomas se confunden con cambios de humor repentinos, euforia, melancolía e ira que se alternan cíclicamente y que a ojos de muchos están motivados por
factores externos y punto. Con el tiempo se dan cuenta de que tales reacciones están motivadas por desequilibrios internos.
Se trata de un problema de desbalance químico y por tanto requiere de medicación.
Pero como dije en mi programa, -donde llpovieron las llamadas telefónicas- nada mejor que contar también con otro tipo de tratamiento: el espiritual.
Porque no hay nada ni nadie que Dios no pueda cambiar.
Si el paciente desea ser sanado por Dios y tiene la fe suficiente como para ello, hay altas probabilidades de que sea curado.
La mejor combinación para estos casos es la correcta dosis de medicina y mucha FE y oración.
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