Son varias las parejas que han venido a mi consulta en los primeros 3 meses del año a solicitar ayuda en el campo de las adicciones sexuales.
Una de ellas está conformada por dos cristianos cuarentones, casados desde hace más de una década, con dos hijos adolescentes. El fue adicto a la pornografía por algunos años de su matrimonio, lo que lo condujo a serle infiel a su esposa "en la práctica" teniendo algunos affairs extra matrimoniales. Se arrepintió cuando fue descubierto hace unos meses y su mujer le planteó el divorcio. Ahora está haciendo todo lo correcto para purificarse sexualmente, participando de dos grupos de Estudios Bíblicos para hombres en su iglesia y de un grupo de "Recovery" (para adictos), aparte de memorizar versículos bíblicos para ganarle la batalla al enemigo cuando éste lo ataca.
Pero el problema se ha trasladado ahora a su esposa quien vive obsesionada con que los ojos de su marido no apunten a ninguna otra mujer que no sea ella. Esta es una reacción muy común entre las mujeres de los adictos a la pornografía. Se convierten en hiper sensibles y sumamente vulnerables a todo lo que para ellas tenga el aspecto de tentación para sus hombres. De allí que una de las metas del hombre que ha decidido cambiar -y dejar por completo de lado la adicción- sea incrementar su paciencia hacia su mujer. Porque lo que ella sufre ahora es directa consecuencia de sus propias acciones. El está cosechando lo que sembró: Desconfianza. Y la restauración de la confianza es uno de los pasos más difíciles dentro del tortuoso camino de la purificación sexual de una pareja.
En el caso de este padre de familia, debido a la infidelidad cometida, su esposa no desea tener relaciones sexuales con él y de esta manera, él está pagando por lo que le hizo a la madre de sus hijos. Nadie debería considerar esta acción como "justa" porque el marido se arrepintió y está empeñado en cambiar, pero muchos podríamos considerarla como explicable, hasta cierto punto comprensible, considerando todo lo que él la hizo sufrir y lo distantes que se encuentran emocionalmente hablando.
El camino de la restitución pasa por el compromiso de ella de DECIDIR PERDONAR, OLVIDAR Y VOLVER A CONFIAR deliberadamente, como acto volitivo, como decisión basada en la fe en que Dios está obrando sobre su marido y que no hay nada imposible para Dios.
El camino de la restauración pasa por el compromiso de él de no mirar, de apartar los ojos de la fruta prohibida, de no caer en la tentación de la segunda mirada que es para el adicto a la pornografía el equivalente del primer trago para el alcohólico. La receta más efectiva: Abstinencia total.