Lo he dicho cientos de veces y lo repetiré una más: No existe una pareja que lleve más de un año de conocerse que no haya discutido, que no se haya enojado o peleado, sintiendo un ligero o hasta profundo desencanto con respecto a la relación. Uno o los dos se sienten decepcionados, desilusionados. El castillo de naipes -que habían construido en base al deslumbramiento mutuo- salió volando con el primer viento.
Ahora bien, el principal problema no está basado solamente en el número de conflictos y su intensidad sino también en el nivel de las expectativas con el que se ingresó a la relación. A mayor nivel de expectativas. mayores probabilidades de desengañarse. A mayor desengaño, mayores probabilidades de romper el lazo que los une.
La gente se casa esperando lo imposible: que el otro la haga feliz, que el otro satisfaga todas sus necesidades afectivas, que el otro le hable en su propio lenguaje. Sorpresa! Nuestro cónyuge no debería cargar sobre su espaldas la responsabilidad de hacernos felices, hablarnos en un lenguaje que no conoce y suplir necesidades que no comparte, mucho menos si ni siquiera se ha enterado!
Veamos un ejemplo: El hombre necesita más a su esposa sexualmente que lo que ella lo necesita a él (en la mayor parte de los casos). Si la mujer no entiende el lenguaje del amor de su marido a través del sexo, ella no podrá satisfacer esa necesidad en él porque sencillamente no habla su lenguaje. Ahora bien, no son muchos los hombres que entienden el lenguaje del afecto desvinculado del sexo y ése es, precisamente, el lenguaje que ella habla.
El cree que el sexo debería ser suficiente demostración de afecto de su parte. El no habla el lenguaje de las caricias, abrazos y besos fuera del acto sexual porque no las necesita tanto como ella para sentirse amado. Y lo peor es que se espera que el otro satisfaga las propias expectativas sin siquiera tener que expresarlas. Craso error. No dejemos nada en el terreno de las suposiciones o de la adivinación.
Reducir las expectativas ayuda a vivir el futuro con menos exigencias inalcanzables. A menores expectativas (o expectativas más razonables) menores probabilidades de decepcionarse. Inclusive antes de casarse los novios deberían ingresar a su nueva vida conyugal sabiendo que el otro les va a fallar. Sí.Sí, les va a fallar! Y si lo aceptamos tal y como es, a pesar de sus defectos, sin pretender cambiarlo a la fuerza, entonces y sólo entonces podremos hablar de verdadero amor.
No comments:
Post a Comment