ETAPAS DESPUÉS DE UNA RUPTURA

Llorar y hasta deprimirse por un tiempo como consecuencia de una ruptura amorosa es común y hasta normal. Así que no te castigues a tí mismo(a) tratando de aparentar que no te duele, que no te hace sufrir. El llanto es benéfico. El llanto te libera a través de la catarsis. Sobre todo si eres mujer porque, afortunadamente, tienes permiso para llorar!

Las emociones asociadas a la ruptura amorosa son variadas, pero desde luego una de las más notorias es la profunda sensación de vacío y soledad. Ten en cuenta que, a lo largo de los meses o los años, tu pareja se convirtió en un referente para ti. Te habías adaptado a sus gustos y costumbres (como ella a los tuyos), habías hecho cambios en tu forma de ser, incluso habías organizado tu tiempo y actividades en torno a ella.

Tras la ruptura hay una primera fase en la que no quieres salir de casa ni ver a nadie por muchas razones: porque te resulta imposible concentrarte en cualquier realidad distinta de ese amor que lo abarcaba todo y sin el cual nada te importa (al principio) y nada existe para ti; porque quieres gritar, llorar y desahogarte sin testigos, o se te nota mucho en la cara y no sabrías qué contestar a las preguntas de la gente; porque no puedes alejarte ni un momento del teléfono o de la computadora, esperando obsesivamente recibir una llamada, un TM o un email. O simplemente porque no puedes salir, igual que no puedes pegar ojo por las noches o probar un bocado sin atragantarte.

Curiosamente, a esa primera fase de ostracismo voluntario le sucede en muchos casos una segunda fase de intensa actividad social: de estar encerrado y alienarte hasta el punto de perder tu trabajo -o verte obligado a pedir un permiso por depresión-, pasas a un estado de euforia mezclada con una intención de desquite que te impulsa a apuntarte en todas las redes sociales y los sitios de Online Dating, trasnochar todos los fines de semana y, posiblemente, buscar “ese otro clavo” con el que, más que quitar “el clavo antiguo”, lo que intentas es llenar el hueco que la persona que se marchó dejó en tu corazón.